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Desde que Mariángel cumplió los 21 años solo se dedica a las labores del hogar. Su día, por lo general, inicia a las 10 de la mañana. Mientras desayuna arepa con queso, ve televisión. Dos horas después se prepara para hacer el almuerzo y, si es de ir al mercado a hacer alguna compra lo hace sin apuro. Después de la segunda comida del día, reposa viendo la serie colombiana “Sin tetas sí hay paraíso”, que la mantiene entretenida durante al menos dos horas.
Cuando finaliza el capítulo, Mariángel se entrega a los oficios del hogar, lava los platos, la ropa, limpia el patio, la cocina y se encarga de mantener todo ordenado. Su día termina a las nueve de la noche y, junto con su mamá -quien tampoco trabaja por padecer fuertes dolores lumbares-, se preparan para cenar algo ligero, ver más novelas y descansar.
Tanto Mariángel como su madre sobreviven en la Venezuela hiperinflacionaria gracias a sus dos hermanos menores que están trabajando en Chile desde el año 2017 y les envían dinero para que puedan alimentarse.
El desinterés de los jóvenes venezolanos en incorporarse al sistema educativo y al campo laboral es un fenómeno que, aunque no es nuevo, distintos organismos como el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) durante 2009-2013, y la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) desde 2015-2018, han publicado informes que afirman que la tendencia de los “ninis” ha aumentado con la crisis política, económica y social por la que atraviesa Venezuela.
Según cifras del INE y Encovi, la Consultora Anova pudo determinar que en Venezuela hay aproximadamente 1.761.295 jóvenes “nini”, es decir, aquellos que están en edad productiva (15 a 24 años) y que no estudian ni trabajan. Una tasa mayor a la de toda la región (48,5%) que incluso supera a la de México (25%) en 2018.
Mariángel Urdaneta tiene 25 años, vive con su madre en Petare, municipio Sucre, estado Miranda. Actualmente no estudia ni trabaja. Después de graduarse de bachiller trabajó en varios locales de comida rápida y en tiendas de ropa y calzado. Para ella, la idea de comenzar una carrera universitaria nunca estuvo en sus planes: a duras penas terminó el liceo porque su madre no tenía dinero.
A juicio de Trino Márquez, sociólogo y profesor en la Universidad Central de Venezuela (UCV), la situación con los jóvenes venezolanos que ni estudian ni trabajan es un reflejo de varios factores económicos que están en curso.
Márquez explicó que debido a la crisis económica el sistema educativo en Venezuela está atravesando por uno de sus peores momentos, muchos profesores han tenido que emigrar y la calidad en la educación es muy baja. Con respecto al campo laboral, el sociólogo afirmó que hay muy pocos empleos y que los pocos que hay son muy mal remunerados, lo que ha contribuido significativamente en que el deseo de superación de los jóvenes haya mermado.
“Las expectativas en la época democrática era estudiar, graduarse, conseguir un buen empleo, comprar casa, carro, viajar y formar una familia, con la llegada de la crisis todo ha cambiado, la expectativas de los jóvenes se han quebrado. El joven de ahora no considera que un trabajo le vaya a dar para comprar una casa o viajar”, dijo el profesor.
La población venezolana que está entre los 15 y los 24 años son los más vulnerables, pues es en esa etapa donde se toman decisiones cruciales que determinarán el futuro de todo individuo y si no realizan las inversiones en capital humano o se hacen de manera inadecuada, las consecuencias se enfrentarán a las desventajas que implican enfrentarse a un mercado laboral competitivo.
Para Yorelis Acosta, psicólogo clínico y social y coordinadora del área sociopolítica del Cendes (UCV), los “ninis” son uno de los efectos perversos de la crisis. “Los jóvenes han dejado de asistir a las universidades por los altos costos de las matrículas en el caso de las privadas y las malas condiciones de las públicas, también prefieren dedicarse a otras actividades que no sea percibir un salario mínimo”, dijo.
Venezuela sigue perdiendo el bono demográfico
Desde hace más de una década Venezuela atraviesa por un bono demográfico, un fenómeno que ocurre una sola vez en la historia de la nación. Se trata de un proceso de transición demográfica, donde la pirámide poblacional va mutando, se reducen la cantidad de menores de 15 años y el índice de natalidad, así como las personas de la tercera edad, mientras el grupo más productivo de la población y menos dependiente del Estado es el mayor.
La educación es clave para sacarle provecho al bono demográfico, pues es la única manera de que los jóvenes sean en la adultez personas capacitadas y productivas, pero la Encuesta de Juventud elaborada por la UCAB (2013), casi 1 millón de jóvenes entre 15 y 19 años no asisten a la escuela formal y 50% de dejan de estudiar a los 17,4 años.
Cristian Reyes tiene 23 años. Vive en el estado Sucre y actualmente no estudia ni trabaja. Logró llegar al segundo semestre de Publicidad y Mercadeo, pero no pudo continuar la su carrera porque los costos de la universidad incrementaron considerablemente y a su mamá se le hacía imposible seguir pagando sus estudios. Cristian no tiene planes de irse del país, mientras pasan los días está considerando dedicarse a algún oficio que le genere más ingresos, como hacer un curso de panadería.
El estudio de Anova afirmó que entre 2010 y 2016 la proporción de jóvenes entre 15 y 24 años que estaba fuera del sistema educativo se mantuvo relativamente estable alrededor de un promedio de 45,1% de la población. Sin embargo, luego de 2016, la tasa de jóvenes que reportó no estar estudiando comenzó a incrementarse desproporcionadamente hasta llegar a 54,7% en 2018, situación que perfectamente podría atribuirse a la crisis económica.
Pero el mismo análisis demostró que no hubo un incremento en la proporción de jóvenes de esa edad que se estuvieran empleados o buscando trabajo, lo que se traduce en que a partir del año 2015 y hasta 2018 la proporción “nini” aumentó en un 48,5%.
Más mujeres “nini”
Yulimar Quijada tiene 22 años, tres hijos y uno que viene en camino. Desde que Quijada salió del liceo sus planes de estudiar educación en la universidad se vieron rotos por la llegada de su primer hijo. Desde entonces, se dedica exclusivamente a la crianza y al cuidado sus hijos.
Yulimar confiesa que la crisis los ha golpeado, pero que gracias al trabajo de su esposo, la ayuda de familiares y lo poco que el gobierno les da han podido sobrevivir. Asegura que con sus tres hijos de cuatro, tres y dos años, se le hace complicado salir a trabajar porque no tiene a quien encargarle el cuidado de los pequeños. Afirma que cuando salga de su cuarto embarazo buscará la manera de hacer algo que le permita obtener un ingreso.
El caso de Yulimar está lejos de ser aislado. En otros hallazgos de Anova, se evidenció que en Venezuela la proporción de jóvenes mujeres “nini” en 2018 fue de 39,2%, muy por encima del promedio regional de 27%, según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El estudio de la consultora revela que la proporción de mujeres que no están insertas ni en el sistema educativo ni el mercado laboral supera en 80 % a la fracción de hombres (22,8 %) lo que indica que este fenómeno en Venezuela está altamente feminizado.
Trino Márquez asegura que cuando una persona en edad productiva no se capacita y no se profesionaliza en un área traerá como consecuencia frustraciones porque las bases que debieron forjarse para asegurar un futuro están socavadas. “Si las generaciones jóvenes no están interesadas en construir y progresar, a futuro tendremos un país más empobrecido de lo que ya está”, aseguró el sociólogo.
Desde que Mariángel cumplió los 21 años solo se dedica a las labores del hogar. Su día, por lo general, inicia a las 10 de la mañana. Mientras desayuna arepa con queso, ve televisión. Dos horas después se prepara para hacer el almuerzo y, si es de ir al mercado a hacer alguna compra lo hace sin apuro. Después de la segunda comida del día, reposa viendo la serie colombiana “Sin tetas sí hay paraíso”, que la mantiene entretenida durante al menos dos horas.
Cuando finaliza el capítulo, Mariángel se entrega a los oficios del hogar, lava los platos, la ropa, limpia el patio, la cocina y se encarga de mantener todo ordenado. Su día termina a las nueve de la noche y, junto con su mamá -quien tampoco trabaja por padecer fuertes dolores lumbares-, se preparan para cenar algo ligero, ver más novelas y descansar.
Tanto Mariángel como su madre sobreviven en la Venezuela hiperinflacionaria gracias a sus dos hermanos menores que están trabajando en Chile desde el año 2017 y les envían dinero para que puedan alimentarse.
El desinterés de los jóvenes venezolanos en incorporarse al sistema educativo y al campo laboral es un fenómeno que, aunque no es nuevo, distintos organismos como el Instituto Nacional de Estadísticas (INE) durante 2009-2013, y la Encuesta de Condiciones de Vida (ENCOVI) desde 2015-2018, han publicado informes que afirman que la tendencia de los “ninis” ha aumentado con la crisis política, económica y social por la que atraviesa Venezuela.
Según cifras del INE y Encovi, la Consultora Anova pudo determinar que en Venezuela hay aproximadamente 1.761.295 jóvenes “nini”, es decir, aquellos que están en edad productiva (15 a 24 años) y que no estudian ni trabajan. Una tasa mayor a la de toda la región (48,5%) que incluso supera a la de México (25%) en 2018.
Mariángel Urdaneta tiene 25 años, vive con su madre en Petare, municipio Sucre, estado Miranda. Actualmente no estudia ni trabaja. Después de graduarse de bachiller trabajó en varios locales de comida rápida y en tiendas de ropa y calzado. Para ella, la idea de comenzar una carrera universitaria nunca estuvo en sus planes: a duras penas terminó el liceo porque su madre no tenía dinero.
A juicio de Trino Márquez, sociólogo y profesor en la Universidad Central de Venezuela (UCV), la situación con los jóvenes venezolanos que ni estudian ni trabajan es un reflejo de varios factores económicos que están en curso.
Márquez explicó que debido a la crisis económica el sistema educativo en Venezuela está atravesando por uno de sus peores momentos, muchos profesores han tenido que emigrar y la calidad en la educación es muy baja. Con respecto al campo laboral, el sociólogo afirmó que hay muy pocos empleos y que los pocos que hay son muy mal remunerados, lo que ha contribuido significativamente en que el deseo de superación de los jóvenes haya mermado.
“Las expectativas en la época democrática era estudiar, graduarse, conseguir un buen empleo, comprar casa, carro, viajar y formar una familia, con la llegada de la crisis todo ha cambiado, la expectativas de los jóvenes se han quebrado. El joven de ahora no considera que un trabajo le vaya a dar para comprar una casa o viajar”, dijo el profesor.
La población venezolana que está entre los 15 y los 24 años son los más vulnerables, pues es en esa etapa donde se toman decisiones cruciales que determinarán el futuro de todo individuo y si no realizan las inversiones en capital humano o se hacen de manera inadecuada, las consecuencias se enfrentarán a las desventajas que implican enfrentarse a un mercado laboral competitivo.
Para Yorelis Acosta, psicólogo clínico y social y coordinadora del área sociopolítica del Cendes (UCV), los “ninis” son uno de los efectos perversos de la crisis. “Los jóvenes han dejado de asistir a las universidades por los altos costos de las matrículas en el caso de las privadas y las malas condiciones de las públicas, también prefieren dedicarse a otras actividades que no sea percibir un salario mínimo”, dijo.
Venezuela sigue perdiendo el bono demográfico
Desde hace más de una década Venezuela atraviesa por un bono demográfico, un fenómeno que ocurre una sola vez en la historia de la nación. Se trata de un proceso de transición demográfica, donde la pirámide poblacional va mutando, se reducen la cantidad de menores de 15 años y el índice de natalidad, así como las personas de la tercera edad, mientras el grupo más productivo de la población y menos dependiente del Estado es el mayor.
La educación es clave para sacarle provecho al bono demográfico, pues es la única manera de que los jóvenes sean en la adultez personas capacitadas y productivas, pero la Encuesta de Juventud elaborada por la UCAB (2013), casi 1 millón de jóvenes entre 15 y 19 años no asisten a la escuela formal y 50% de dejan de estudiar a los 17,4 años.
Cristian Reyes tiene 23 años. Vive en el estado Sucre y actualmente no estudia ni trabaja. Logró llegar al segundo semestre de Publicidad y Mercadeo, pero no pudo continuar la su carrera porque los costos de la universidad incrementaron considerablemente y a su mamá se le hacía imposible seguir pagando sus estudios. Cristian no tiene planes de irse del país, mientras pasan los días está considerando dedicarse a algún oficio que le genere más ingresos, como hacer un curso de panadería.
El estudio de Anova afirmó que entre 2010 y 2016 la proporción de jóvenes entre 15 y 24 años que estaba fuera del sistema educativo se mantuvo relativamente estable alrededor de un promedio de 45,1% de la población. Sin embargo, luego de 2016, la tasa de jóvenes que reportó no estar estudiando comenzó a incrementarse desproporcionadamente hasta llegar a 54,7% en 2018, situación que perfectamente podría atribuirse a la crisis económica.
Pero el mismo análisis demostró que no hubo un incremento en la proporción de jóvenes de esa edad que se estuvieran empleados o buscando trabajo, lo que se traduce en que a partir del año 2015 y hasta 2018 la proporción “nini” aumentó en un 48,5%.
Más mujeres “nini”
Yulimar Quijada tiene 22 años, tres hijos y uno que viene en camino. Desde que Quijada salió del liceo sus planes de estudiar educación en la universidad se vieron rotos por la llegada de su primer hijo. Desde entonces, se dedica exclusivamente a la crianza y al cuidado sus hijos.
Yulimar confiesa que la crisis los ha golpeado, pero que gracias al trabajo de su esposo, la ayuda de familiares y lo poco que el gobierno les da han podido sobrevivir. Asegura que con sus tres hijos de cuatro, tres y dos años, se le hace complicado salir a trabajar porque no tiene a quien encargarle el cuidado de los pequeños. Afirma que cuando salga de su cuarto embarazo buscará la manera de hacer algo que le permita obtener un ingreso.
El caso de Yulimar está lejos de ser aislado. En otros hallazgos de Anova, se evidenció que en Venezuela la proporción de jóvenes mujeres “nini” en 2018 fue de 39,2%, muy por encima del promedio regional de 27%, según cifras del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).
El estudio de la consultora revela que la proporción de mujeres que no están insertas ni en el sistema educativo ni el mercado laboral supera en 80 % a la fracción de hombres (22,8 %) lo que indica que este fenómeno en Venezuela está altamente feminizado.
Trino Márquez asegura que cuando una persona en edad productiva no se capacita y no se profesionaliza en un área traerá como consecuencia frustraciones porque las bases que debieron forjarse para asegurar un futuro están socavadas. “Si las generaciones jóvenes no están interesadas en construir y progresar, a futuro tendremos un país más empobrecido de lo que ya está”, aseguró el sociólogo.
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