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Un viejo edificio de ladrillo rojo en pleno barrio industrial de Newark, New Jersey. Parece un simple almacén, pero nunca imaginarías que dentro se encuentra uno de los invernaderos verticales más grandes del mundo. Un espacio de 21.000 metros cuadrados donde se cultivan unos 250 tipos de hojas comestibles organizados en filas de cajones de hasta 15 niveles. Un invernáculo que alcanza ya una producción de más de 900.000 kilos.
Pero, ¿cómo puede ser eso posible? La respuesta está en la agricultura vertical, que se basa en el cultivo por aeroponía, una tecnología que no requiere tierra, ni sol ni agua: las plantas crecen a base de humedad y el calor de luz artificial.
«Muchos piensan que las plantas necesitan sol, pero no necesitan el espectro amarillo», apunta David Rosenberg, CEO de AeroFarms, una de las grandes empresas de agricultura vertical de alta tecnología. «Así que hemos sido capaces de reducir nuestra huella energética recortando cierto tipos de espectros». Un sistema de iluminación LED especial sustituye la luz natural y da calor a unas semillas que se esparcen en unas telas reciclables hechas con plásticos reciclados en vez de tierra.
Puesto que las plantas no absorben el agua de la tierra, el nivel de oxígeno aumenta, haciendo que el crecimiento sea más sano y más rápido. Si con el cultivo tradicional los vegetales crecen en unos 30 días, con este método innovador lo hacen en 16. Si a esto le añadimos que se trata de un método que consume un 95% menos de agua que los métodos agrícolas tradicionales, y que no requiere el uso de pesticidas ni herbicidas, la agricultura vertical se perfila como la alternativa perfecta.
En 2050 habrá casi 10.000 millones de habitantes en el mundo, según datos Naciones Unidas. Hoy, más de un tercio de la superficie global (36%) se destina ya a la agricultura, un sector que consume el 70% de los suministros de agua del mundo, y se calcula que para la fecha podría abarcar la mitad de la superficie del planeta. Las consecuencias medioambientales de la agricultura a gran escala empiezan a ser irremediables. Tenemos que cambiar la manera en la que desarrollamos las actividades agrícolas para abastecer a la población mundial. El objetivo: generar más alimentos con menos recursos.
Ya existen este tipo de explotaciones en varios lugares del mundo como Reino Unido, Canadá, Singapur, Panamá o Estados Unidos. Pero, de momento AeroFarms, se alza a la cabeza en este tipo de tecnología punta y ya cuenta con nueve plantas, además de un centro de investigación y desarrollo de 1.600 metros cuadrados. Su siguiente paso, una instalación que será más grande que un campo de fútbol. «Nuestra misión es construir estas granjas alrededor del mundo, de manera que la gente tenga acceso a productos frescos, sanos y nutritivos con los que alimentarse», explica David Rosenberg. «Necesitamos una nueva manera de alimentar al planeta», concluye.
https://ethic.es/2019/03/agricultura-invernaderos-verticales/
Un viejo edificio de ladrillo rojo en pleno barrio industrial de Newark, New Jersey. Parece un simple almacén, pero nunca imaginarías que dentro se encuentra uno de los invernaderos verticales más grandes del mundo. Un espacio de 21.000 metros cuadrados donde se cultivan unos 250 tipos de hojas comestibles organizados en filas de cajones de hasta 15 niveles. Un invernáculo que alcanza ya una producción de más de 900.000 kilos.
Pero, ¿cómo puede ser eso posible? La respuesta está en la agricultura vertical, que se basa en el cultivo por aeroponía, una tecnología que no requiere tierra, ni sol ni agua: las plantas crecen a base de humedad y el calor de luz artificial.
«Muchos piensan que las plantas necesitan sol, pero no necesitan el espectro amarillo», apunta David Rosenberg, CEO de AeroFarms, una de las grandes empresas de agricultura vertical de alta tecnología. «Así que hemos sido capaces de reducir nuestra huella energética recortando cierto tipos de espectros». Un sistema de iluminación LED especial sustituye la luz natural y da calor a unas semillas que se esparcen en unas telas reciclables hechas con plásticos reciclados en vez de tierra.
Si con el cultivo tradicional los vegetales crecen en un mes, con este método innovador lo hacen en apenas 16 díasEsta tecnología aeropónica utiliza contenedores perforados, colocados en vertical, donde se insertan las plantas con las raíces hacia el centro y por dentro se instala un sistema de aspersión que genera la humedad que el cultivo necesita. «Nos dimos cuenta de que si las raíces recibían la cantidad necesaria de humedad y nutrientes, podrían crecer igual que en el exterior, pero en un entorno completamente controlado, optimizando así la temperatura, la humedad y los nutrientes», señala Rosenberg. Además, con un equipo que monitorea más de 130.000 datos en cada cosecha, consiguen minimizar los riesgos típicos asociados a la agricultura tradicional.
Puesto que las plantas no absorben el agua de la tierra, el nivel de oxígeno aumenta, haciendo que el crecimiento sea más sano y más rápido. Si con el cultivo tradicional los vegetales crecen en unos 30 días, con este método innovador lo hacen en 16. Si a esto le añadimos que se trata de un método que consume un 95% menos de agua que los métodos agrícolas tradicionales, y que no requiere el uso de pesticidas ni herbicidas, la agricultura vertical se perfila como la alternativa perfecta.
En 2050 habrá casi 10.000 millones de habitantes en el mundo, según datos Naciones Unidas. Hoy, más de un tercio de la superficie global (36%) se destina ya a la agricultura, un sector que consume el 70% de los suministros de agua del mundo, y se calcula que para la fecha podría abarcar la mitad de la superficie del planeta. Las consecuencias medioambientales de la agricultura a gran escala empiezan a ser irremediables. Tenemos que cambiar la manera en la que desarrollamos las actividades agrícolas para abastecer a la población mundial. El objetivo: generar más alimentos con menos recursos.
«Es urgente repensar nuestro ecosistema si queremos preservar el mundo en el que vivimos», advertía Depommier ya en 1999Ya en 1999, Dickson Depommier, profesor de microbiología en la Universidad de Columbia, propuso una manera de alimentar a las crecientes poblaciones urbanas utilizando métodos que consumieran menos agua y emplearan menos terreno, además de reducir las emisiones de CO2 generadas en el transporte de los cultivos del campo a las ciudades. «Es urgente repensar nuestro ecosistema si queremos preservar el mundo en el que vivimos», advertía. Sin pretenderlo, dio origen a la idea de los invernaderos verticales.
Ya existen este tipo de explotaciones en varios lugares del mundo como Reino Unido, Canadá, Singapur, Panamá o Estados Unidos. Pero, de momento AeroFarms, se alza a la cabeza en este tipo de tecnología punta y ya cuenta con nueve plantas, además de un centro de investigación y desarrollo de 1.600 metros cuadrados. Su siguiente paso, una instalación que será más grande que un campo de fútbol. «Nuestra misión es construir estas granjas alrededor del mundo, de manera que la gente tenga acceso a productos frescos, sanos y nutritivos con los que alimentarse», explica David Rosenberg. «Necesitamos una nueva manera de alimentar al planeta», concluye.
https://ethic.es/2019/03/agricultura-invernaderos-verticales/
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