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El presidente de la Fundación Círculo de Economía, Antón Costas, ha participado en el Foro Ibercaja con la conferencia "El reto de reconciliar economía, progreso social y democracia" en la que ha dado las claves para llevar a cabo esa reconciliación y acabar con la desigualdad que se ha producido en la sociedad, sobre todo, a raíz de la última crisis económica. La distribución de la riqueza y oportunidades, mejores políticas de gestión económica y mercados más eficientes son algunas de las líneas de acción que se deben poner en marcha, aunque el camino no es fácil porque hay obstáculos importantes, como la aparición de una nueva "aristocracia del dinero", que dificultan su ejecución y que ha explicado a elEconomista.es
Reconciliar la economía con el progreso social y la democracia no es tarea fácil. De hecho, es uno de los principales retos que tienen ante sí sociedades occidentales como España para las próximas décadas. Y es que, "si la economía va bien, como parece que es así en nuestra sociedad, ¿por qué hay tanto malhumor social y por qué hay tanto apoyo a formaciones populistas de tipo autoritario como es el caso de Polonia o Estados Unidos?".
Una pregunta que ha planteado Antón Costas al comienzo de su intervención en el Foro de Ibercaja y ante la que ha explicado que hay dos tipos de respuestas. Una de ellas se define por ser más cultural porque "ese apoyo a partidos populistas xenófobos de derecha es la reacción de personas y grupos sociales que se sienten amenazados por las políticas que se han llevado a cabo en las últimas décadas por gobiernos liberales y socialdemócratas de tolerancia con la diversidad y de reconocimiento de derechos civiles y sociales en favor de minorías y las políticas permisivas con la inmigración".
Esta razón más cultural permitiría explicar situaciones como la que se produce Polonia, Eslovaquia o Estados Unidos. "Podríamos pensar que pueden tener un sentido porque son países en los que la economía va bien. Sin embargo, estamos viendo cómo a pesar de que la economía va bien, la política de esos países ha girado en el sentido populista autoritario".
Una razón que no es así del todo válida y que lleva a que el malhumor social se explique en términos económicos por la desigualdad de renta, de riqueza y de oportunidades. "La expansión de la democracia liberal tras la II Guerra Mundial no fue consecuencia de las bondades innatas de las democracias liberales, sino que fue la consecuencia del buen funcionamiento de la economía y del progreso social después de la guerra", de manera que se pasó a apoyar "la democracia como fórmula de gobierno frente a lo que habían sido las experiencias autoritarias de los años 30".
"Muchos sectores de la sociedad han comenzado a retirarle el apoyo a la democracia liberal y a los gobiernos liberales y socialdemócratas para pasar a apoyar gobiernos populistas que ofrecen soluciones en principio discutibles, pero que ofrecen seguridad frente al futuro, la inmigración, globalización o cambio técnico. Si esta tesis tiene alguna capacidad explicativa, las personas preocupadas por los sistemas democráticos deberían prestar atención a la desigualdad", ha explicado Antón Costas.
Líneas de acción
Y entonces, ¿qué puede hacerse? "Aunque el problema es distributivo -distribución de riqueza y de oportunidades-, tenemos que ir con cuidado porque la respuesta a este problema no vendrá solo por la distribución, es decir, por la regla de más impuestos o más gasto social. Hemos de conseguir que de nuevo la economía distribuya -que no redistribuir-, mejor la renta que cree el mercado, entre salarios y beneficios", derivando hacia mejores salarios y puestos de trabajo.
Para conseguirlo, son tres las líneas de acción que se pueden poner en marcha. La primera de ellas se centra en el análisis de la desigualdad y la pobreza en España en la última década que viene del hecho de que la economía del país es maníaco-depresiva. "Es decir, tienes fases de crecimiento mayores que las del resto de economías pero, con las crisis se desploma mucho más y se destruye más empleo. Nos sucedió en los 80, 90 y en la última crisis".
En cada una de esas fases, "cuando llega la manía, un alto porcentaje de personas se quedan sin empleo y como están sin empleo durante mucho tiempo, cuando viene la recuperación, ya permanecen en la cuneta del desempleo, en la falta de trabajo estable y no se vuelven a incorporar a la economía. Por eso, el porcentaje de paro estructural, a largo plazo, es elevado. Eso genera pobreza y desigualdad en cada una de las crisis".
Ahora, que España vuelve a ser el país que más crece y más empleo crea, al tener una economía maníaco-depresiva, se volverá a tener el mismo problema en las siguientes crisis que se produzcan. Por lo tanto, "la primera línea de actuación para que la economía funcione mejor en términos de reducción de pobreza es hacerla menos maníaco-depresiva. Es decir que las políticas macroeconómicas, de gestión del ciclo económico, sean de mejor calidad de lo que se ha hecho en 2010 con la llamada política de austeridad".
La segunda vía de actuación es hacer que los mercados sean más eficientes. "En España, hay una tijera de la pobreza. Con las hojas cerradas, no hay pobreza, pero cuando las hojas se abren, lo que queda en medio de ellas es la pobreza. Si se abren mucho las hojas, la pobreza aumenta. La hoja de abajo representa los ingresos de los hogares, del 30% ó 40% de los hogares con menos ingresos y cae hacia abajo porque lo salarios se han desplomado porque el paro se ha elevado y hay más familias con menos ingresos o sin ingresos de ningún tipo".
Sin embargo, "la hoja de arriba son los precios que las familias -sobre todo de las de menos ingresos-, pagan por los bienes y servicios de la cesta de la compra, servicios básicos y vivienda. Si esos precios no son de competencia -es decir precios vinculados a costes-, sino formados a través de lógicas de monopolio que obligan a los compradores a comprar al precio que la empresa quiere comprar, extraen renta de hogares que ya tienen poca por lo que aumenta la pobreza y la desigualdad en sociedad".
De esta manera, se tiene que hacer que "los mercados de bienes y servicios que ahora funcionan con lógicas de monopolio sean más competitivos y no solo los de servicios públicos. La lucha contra los monopolios y concesiones es una política social de primera magnitud. La política de defensa de la competencia en los mercados es probablemente hoy por hoy la política social más importante porque la competencia tiene un valor social que la izquierda, gobiernos y sociedad en general no son capaces de ver".
El tercer eje de acción sería "producir mejor para generar menos desigualdad y pobreza. El discurso y reformas en España orientadas a mejorar la competitividad han ido exclusivamente por la vía de la rebaja de los salarios", ya que se ha incidido en que las empresas pueden ser más competitivas bajando los salarios. "Eso no es verdad. No es un buen argumento económico. En el mejor de los casos, es pan para hoy para las empresas, pero hambre para mañana porque la buena competitividad es la que viene de las ganancias de productividad. Si una empresa mejora su productividad pueda a la vez retribuir bien al capital, al empresario, y aumentar los salarios".
De hecho, ahora es el momento de que "los directivos de las empresas demuestren que son capaces de mejorar la calidad de la gestión de sus empresas para que aumente la productividad y competitividad sin que tengan que seguir bajando los salarios, sino todo lo contrario: subirlos".
Obstáculos
Estas tres actuaciones son claves para Antón Costas para que la economía distribuya mejora la renta que crea entre salarios y beneficios y "podamos decir que una economía puede seguir creciendo, pero a la vez generando más progreso social y, a la vez ese progreso social, generar más apoyo a la democracia".
Esto a su vez significa volver a construir un contrato social como el que tuvo lugar en la postguerra o al inicio de la democracia en España, que permita reconciliar de nuevo el funcionamiento de la economía con la mejora el progreso social y la democracia, aunque "no va a ser tarea fácil" porque hay una serie de obstáculos.
El primero de estos obstáculos es que las ideas económicas que hoy en día son dominantes no van en esta dirección. "Sin un cambio de ideas económicas y sin una nueva macroeconomía en Europa como hizo Keynes en Europa, es muy difícil que cambien las políticas".
Además, otro de esos obstáculos es la aparición de una nueva "aristocracia del dinero, que viene de grandes y altos directivos de empresas financieras, grandes corporaciones multinacionales y de las grandes plataformas tecnológicas. Es una nueva aristocracia que tiene muchos de los vicios de la vieja aristocracia, pero que no tiene la virtud que tenía la vieja del compromiso con el resto de la sociedad. Esta nueva aristocracia tiene un rasgo, que es creer que la desigualdad parte del estado natural de las cosas y piensan que ganan mucho porque se lo merecen. Tienen desapego con respecto al resto de la sociedad y practican la abstinencia emocional. Creen que los problemas de desigualdad y de pobreza no tienen nada con ellos. Esto es un gran obstáculo porque este tipo de pensamiento tiene influencia en los gobiernos y en la sociedad en general".
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