Lata de Agua enseñó en Barrio Nuevo de Petare a usar la lluvia como una solución alternativa para la escasez
Más allá de buscarle una solución a la problemática del agua en dos escuelas de Barrio Nuevo de Petare y en un ambulatorio, la formación sobre la importancia de un buen uso del servicio era indispensable dentro del proyecto Lata de Agua, así que también ofrecieron un programa educativo para los niños y representantes.
Caracas. En la entrada del CEIN Fermín Toro en el sector Barrio Nuevo, en Petare, las paredes reflejan el ciclo del agua. Un mural, en el que predomina el azul, hace un recorrido por la evaporación, la condensación y la precipitación. Las gotas de colores que simulan la lluvia las pintaron justo en donde hay un tubo con pequeños orificios y una batea de plástico reciclado con cemento en el que al menos seis niños podrán lavarse las manos de forma simultánea.
No es un lavamanos común. El agua que sale por la tubería es de lluvia, bajo un proceso de purificación que parte del proyecto Lata de Agua, una iniciativa social que ofrece una solución alternativa y sustentable al problema del suministro de agua en comunidades vulnerables desde el punto de vista hídrico.
Si hay algo que caracteriza a las casas que están en el sector Barrio Nuevo de Petare es que desde sus techos y balcones se ven canales de agua improvisados por los vecinos. Son para poder surtirse de la lluvia porque el servicio por tubería ha llegado a tardar hasta seis meses en llegar. Otras veces la ponen cada quince días. Pero, en general, tienen más de dos años con un servicio muy intermitente.
Desde hace cuatro años el arquitecto Laurencio Sánchez y su socia la arquitecta Ana Babic empezaron a darle forma al proyecto Lata de Agua a través de su empresa Arqbiental. Con el apagón de marzo de 2019 —en el que Caracas y los 23 estados del país quedaron a oscuras por una falla en la Central Hidroeléctrica Simón Bolívar, en la represa del Guri, y con eso la distribución de agua potable se paralizó— fue cuando buscó maneras de que lo pudieran financiar y, al mismo tiempo, ir informándose un poco más, buscando alianzas con comunidades y participación vecinal.
Concursó en el proyecto PISCCA 2020 organizado por la Embajada de Francia en Venezuela para emprendimientos de orden social que mejoren la calidad de vida de venezolanos y su idea estuvo seleccionada entre más de 300 proyectos presentados. Así consiguió el financiamiento y encontró el cariño de los vecinos de Barrio Nuevo para que fuera el sector piloto.
El proyecto implicaba formación y sensibilización en relación con el agua y cómo abordar el problema de cara al futuro. Los sitios que tomaron para beneficiar fueron las escuelas Fermín Toro y la Pedro Felipe Camejo, que está una encima de la otra. Además del Ambulatorio Las Casitas que está al lado de estas instituciones educativas. Para esto necesitaron alianzas con la comunidad, el consejo comunal, autoridades del estado Miranda y el Distrito Sanitario Número 9 de La Urbina, que se dieron a partir de septiembre de 2020.
El agua es parte de la solución incluso de problemas sociales, de conflictividad, de vulnerabilidad de las mujeres y disminuye la ausencia escolar”, manifestó Laurencio.
Una de las cosas que notó Laurencio es que en estas comunidades populares es una práctica normalizada la recolección de agua de lluvia, pero se hace de forma empírica y su propuesta es sistematizar el proceso para que se haga de una mejor manera, con más calidad y con mayor recolección para al menos siete meses al año. Sin embargo, esta no puede ser la solución completa, porque es imposible simular un acueducto.
En la última encuesta del Observatorio Venezolano de Servicios Públicos (OVSP), en 12 ciudades del país, al menos un 44,2 % de los consultados se ven en la obligación de almacenar agua en sus hogares y un 9,1 % la recoge de la lluvia debido a la fuerte escasez del servicio que hay en el país.
“El agua de lluvia es esencialmente destilada”, explicó el arquitecto y agregó que la contaminación o pérdida de cualidades ocurre en el momento en que cae en el techo. Por eso tuvieron que adecuar los techos de la escuela Pedro Felipe Camejo y del ambulatorio para captar la mejor calidad posible e instalaron unos filtros de piedra.
Entonces, cuando llueve, el agua cae al techo y baja por unas tuberías hasta un primer filtro muy sencillo de sedimento que tiene una malla de mosquitero con un anillo. Esto lo que hace es retener piedras e insectos. Luego pasa por una tubería hasta entrar a un “filtro de primeras aguas” que retiene otro tipo de sedimentos. Al llenarse estos potes, se tranca con un sistema de flotantes, sube y entra hasta cuatro tanques de almacenamiento de 10.000 litros de capacidad.
El siguiente paso es por un sistema de bombeo y filtrado para llegar a unos tanques de almacenamiento que están en los techos. Se clora y, en ese momento, ya se tiene agua para usarse en el 85 % de las necesidades, como lavado de manos o actividades de aseo.
El siguiente paso del proyecto, que debería estar listo para finales de junio, será instalar unos filtros en las cocinas de las dos escuelas para potabilizar el agua con carbón activado y un proceso de desinfección como ozono o hervir el agua. En total podrán recolectarse 270.000 litros de agua al año, o lo que serían 27 cisternas de 10.000 litros.
Para Berta de Castillo, directora del colegio Pedro Felipe Camejo, el proyecto Lata de Agua es “una bendición”. Ella tiene tres años como directora y antes fue docente de aula. Cuando llegó a esa escuelita los niños tenían que llevar una garrafa de agua todos los días. Muchas veces la jornada educativa se restringía de 7:00 a. m. a 9:30 a. m. porque el baño y la cocina colapsaba entre los 206 niños y los 18 trabajadores. La única manera era suspender las actividades.
Berta llegó a conversar con unos vecinos del sector que, por suerte, les llega agua los fines de semana y consiguió una manguera larga. La conectaban en esa casa y con eso llenaban los pipotes que tenían. Pero no se daban abasto.
En el Fermín Toro pasaba lo mismo. Cada niño llevaba uno o dos litros de agua por día para que pudieran hacer sus necesidades y lavarse las manos. Los utensilios de la cocina del comedor tenían que lavarlos con tobitos y el estrés era predominante.
Cada escuela tiene su lavamanos. Cuando las clases vuelvan a ser presenciales —una vez que las autoridades levanten las medidas de cuarentena ante la pandemia de la COVID-19— las maestras se encargarán de abrir el grifo para que una fila de niños se laven las manos con jabón.
“Llueve y aprendo”
Más allá de buscarle una solución a la problemática del agua en estas escuelas de Barrio Nuevo de Petare y en el ambulatorio, la formación sobre la importancia de un buen uso del servicio era indispensable dentro del proyecto Lata de Agua.
Los niños de edades entre seis y doce años colorearon un minicuento, hicieron experimentos, adornaron sus cajas y mediante una actividad divertida pudieron entender o darle sentido al correcto uso del agua, sin malgastar.
De acuerdo con Laurencio, Lata de Agua beneficia de manera indirecta a 1200 familias por los servicios de laboratorio que se podrán prestar en el ambulatorio y a unos 400 niños, más el personal administrativo y docente de las dos escuelas.
Además, con los líderes de la comunidad van a hacer un mapeo de escuelas, instituciones o comedores donde puedan proponer el proyecto, aunque también lo quieren hacer a nivel domiciliario porque en el barrio casi todos tratan de captar agua de la lluvia y quieren ayudarlos a mejorar la recolección y dar herramientas para que sea agua filtrada y de mejor calidad.
Laurencio resaltó que aquellas instituciones que quieran contactar a Lata de Agua pueden hacerlo a través de su cuenta de Twitter e Instagram (@latadeagua_), correo electrónico arqbientallsb@gmail.com y su página web.
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