Cuando hablamos del futuro del planeta estamos inevitablemente hablando del futuro de la alimentación. Según la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO), una superficie de en torno a mil 500 millones de hectáreas -un 11 por ciento de la superficie total del planeta- es usada hoy en día para la producción de alimentos. Gran parte de esa tierra es cultivada usando fertilizantes y pesticidas sintéticos destinados a mantener los cultivos con buena salud y maximizar la productividad, pero que también tienen efectos negativos sobre el medio ambiente. Por ello, cuando hablamos de las metas globales de conservación, no podemos ignorar la forma en que esos mil 500 millones de hectáreas de tierras agropecuarias afectan a los paisajes naturales.
La División de Población de la ONU calcula que habrá mil millones más personas que alimentar en 2030, lo que implica que la producción de comida tiene que acelerar en el futuro. Sin embargo, el futuro de la alimentación también requerirá hacer más con menos. Las tendencias actuales del uso del suelo y del agua, la expansión agropecuaria sin planeación, la severa degradación de los suelos, el uso excesivo del agua dulce y el uso excesivo de pesticidas y fertilizantes han dañado la calidad del agua y la biodiversidad.
Enfrentar estos temas al tiempo que aumenta la producción de alimentos para enfrentar las necesidades de un planeta en crecimiento son algunas de las tareas más desafiantes de nuestra generación. Para lograrlo, debe cambiar la forma en que se hacen las cosas. Como organización dedicada a la conservación, tenemos la obligación de luchar por este cambio aportando información científica y práctica.
RANCHOS Y SELVAS El Parque Nacional de Iguaçú, que protege una de las cascadas más grandes del mundo, es una isla de vida silvestre en el amplio valle del río Paraná, gran parte del cuál ha sido deforestada para abrir paso a la agricultura.
Como parte de una colaboración de varios años con Syngenta -una de las mayores empresas de pesticidas y semillas en el mundo-, nos hemos puesto a la vanguardia en la investigación para llevar la innovación y las nuevas tecnologías al límite y beneficiar tanto a los productores como a la naturaleza. Esto es parte de un cambio en nuestra relación con Syngenta, conforme la compañía ha expresado su voluntad de reevaluar el corazón de su negocio -de la investigación y el desarrollo al apoyo a los productores sobre el terreno. Esto está anclado en una lógica de negocios sólida: los consumidores y los generadores de políticas públicas están actuando para reducir el uso de pesticidas, y la industria tiene que adaptarse.
Un cambio dramático no ocurrirá de un día para otro, pero una compañía de la escala de Syngenta puede jugar un rol muy importante en llevar a la industria a asumir enfoques de manejo de pestes y plagas integrados y más efectivos, al usar una combinación de todas las técnicas disponibles para ello, y no sólo los pesticidas. Estos pueden incluir la agricultura de precisión, la siembra intercalada, los cultivos de cobertura, las soluciones biológicas, el uso de sensores remotos, las semillas mejoradas y otros avances.
Pocas compañías en el sector agropecuario y alimentario invierten tanto como Syngenta en desarrollar nueva tecnología. Si parte de esta inversión pudiera ayudar a resolver los retos de conservación, tendría un enorme impacto. Si bien esto representa una gran oportunidad, también implica cierta incertidumbre. Los productos y soluciones desarrollados hoy pueden tardar una década o más en llegar al mercado, de forma que no veremos el verdadero impacto de nuestro trabajo en muchos años. Con todo, un cambio en esta industria tiene el potencial para ayudar a los productores a mejorar la salud de sus suelos, a usar sus recursos en forma más eficiente y a conservar el medio ambiente, de forma que ayuden a enfrentar el cambio climático, a ganar en seguridad hídrica, a conservar la biodiversidad y a lidiar con otros temas ambientales fundamentales. Estos son temas que están en el centro de nuestra misión como organización para la conservación. Por eso, a pesar de la incertidumbre, pensamos que los beneficios potenciales de esta colaboración justifican el esfuerzo.
Nos hemos puesto a la vanguardia en la investigación para llevar la innovación y las nuevas tecnologías al límite y beneficiar tanto a los productores como a la naturaleza.
Conforme avanza nuestro trabajo con compañías en el sector de insumos agropecuarios, vemos tres oportunidades para llevar los cambios a otra escala:
1. Adoptar un enfoque sistémico en lo agropecuario, que lleve a una visión más holística de la gama completa de soluciones. Esto debe incluir el manejo integrado de plagas y pestes y de nutrientes, la cobertura constante con sistemas vivos y otras prácticas que pueden optimizar el uso de insumos sin comprometer la productividad. La industria de los insumos agropecuarios debería adoptar una definición común de manejo integrado de pestes y plagas que aplique todas las herramientas que ha generado la agricultura moderna. Esto incluye el uso de sensores remotos y la tecnología de exploración; las herramientas de apoyo a las decisiones; los controles biológicos y culturales; los controles mecánicos y físicos y, cuando es absolutamente necesario, el uso dirigido y preciso de pesticidas.
2. Hacer más investigación para entender si las nuevas tecnologías y prácticas de manejo tienen resultados positivos, y cómo ocurre eso. La agropecuaria es una industria dinámica y necesitamos entender mejor cuáles son los verdaderos costos y beneficios de las nuevas prácticas y de la tecnología en contextos geográficos y agronómicos específicos. Esto requiere de más evidencia científica y de investigación para validar los enfoques de conservación.
3. Dirigir las inversiones del sector privado, incluyendo la investigación y el desarrollo en química y biología, a resolver retos tanto agronómicos como ambientales. Tener un impacto positivo en y en torno a los paisajes agrícolas implica innovar e invertir en nuevas tecnologías, en investigación y desarrollo y en ciencia. Pero también implica que tenemos que cambiar cómo usamos la tecnología a nivel de predio y reconocer que no es un sustituto del buen manejo ni de la buena agronomía.
Para una organización dedicada a la conservación, colaborar con una empresa tan grande de agroquímicos y semillas puede ser controversial desde ciertos puntos de vista. Esto detona pasiones de todos los lados del debate sobre cómo se produce y cultiva la comida. Reconocemos y respetamos todo el espectro de opinones.
En nuestro trabajo con Syngenta, nos mantendremos fieles a nuestras metas de conservación y defenderemos la naturaleza. Como resultado, no siempre estaremos de acuerdo. Esta apertura al diálogo y al debate es importante, porque nos permite explorar formas en que podemos llevar nuestra agenda de conservación a las prácticas de negocios de Syngenta. Al trabajar para encontrar terreno común y al unir nuestras fuerzas, podemos tener un enorme impacto que beneficie al medio ambiente y a las comunidades.
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