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Sabemos que la transición energética es indispensable para cumplir los objetivos climáticos a los que nos hemos comprometido a nivel global, y que dicho esfuerzo puede suponer un crecimiento sostenible que cree millones de empleos de calidad y mejore nuestro bienestar de aquí a 2050.
Precisamente ha sido la Agencia Internacional de Energías Renovables (IRENA) la que en su informe sobre las perspectivas mundiales de las energías renovables ha resaltado una serie cuestiones que nos ponen en la pista de cómo va a ser esta transición.
Si bien la ruta hacia una descarbonización más profunda requiere una inversión total en materia energética de hasta 130 billones de dólares, los beneficios socioeconómicos de dicha inversión son considerables.
Aunque, en la situación actual, los gobiernos se enfrentan a la difícil tarea de controlar la emergencia sanitaria causada por el Covid-19, éstos no deben dejar de lado la introducción de medidas sociales y económicas de estimulo y recuperación.
La crisis del coronavirus ha puesto de manifiesto vulnerabilidades del nuestro sistema actual, muchas de las cuales ya intuíamos o padecíamos
Es necesario, por tanto, que se desarrollen vías para alcanzar un modelo económico responsable y resiliente mediante la coordinación de esfuerzos alienados con marcos sostenibles, como pueden ser el Acuerdo de París y la Agenda de las Naciones Unidas para el Desarrollo Sostenible.
¿Cuáles son las principales conclusiones?
Las crisis sanitaria, humanitaria, social y económica desencadenadas por la pandemia del coronavirus (COVID-19) requieren una respuesta decidida a gran escala guiada por unas medidas sociales y económicas apropiadas.
Mientras los países analizan sus opciones de estímulo económico, también deben hacer frente al reto de garantizar la sostenibilidad y reforzar la resiliencia, a la vez que mejoran la salud y el bienestar de las personas.
Sigue haciendo falta una ruta acelerada para cumplir los objetivos climáticos mundiales mediante la descarbonización de nuestras sociedades.
El escenario de transformación energética, impulsado por las energías renovables, ofrece una base sostenible, con bajas emisiones de carbono y segura para el clima con vistas a un desarrollo económico estable a largo plazo.
Promete más empleos, un mayor crecimiento económico, condiciones de vida más limpias y una mejora sustancial del bienestar.
Hablamos de cuadruplicar los empleos en la energía renovable a 42 millones, se expandiría el empleo en el ámbito de la eficiencia energética a 21 millones, y se agregarían 15 millones en flexibilidad del sistema.
Esta ambiciosa perspectiva también reduciría el 70 % de las emisiones mundiales de CO2 relacionadas con la energía de aquí a 2050.
Más del 90 % de la reducción se obtendría a través de las energías renovables y de medidas de eficiencia energética.
La transición energética puede impulsar un amplio desarrollo socioeconómico, guiado por políticas integrales que fomenten la descarbonización transformadora de las sociedades.
Este enfoque global alinearía la descarbonización energética con los objetivos económicos, ambientales y sociales.
Un ejemplo de ello es el Pacto Verde Europeo propuesto, que incluye el apoyo internacional a la energía limpia.
Los estímulos económicos posteriores a la crisis sanitaria de 2020 podrían llevar a muchas sociedades a seguir una dirección similar.
La transformación del sistema energético podría impulsar un aumento acumulado del PIB mundial, respecto a la situación actual, de 98 billones de dólares entre ahora y 2050.
El objetivo climático final a escala mundial sería llegar a cero emisiones.
Esta perspectiva también analiza formas de reducir las emisiones de CO2 más allá de 2050 hasta lograr las cero emisiones netas y, potencialmente, incluso las cero emisiones.
El hidrógeno y los combustibles sintéticos, la electrificación directa, los biocombustibles avanzados y la gestión del carbono serán decisivos, junto con modelos de negocio innovadores, cambios estructurales y la adaptación de las conductas.
Con todo, la última parte de las emisiones mundiales de CO2 será la más difícil y más cara de eliminar.
Con una transición energética ambiciosa, todavía quedarían emisiones mundiales equivalentes a un tercio de los niveles actuales aproximadamente, y los sectores de alto consumo energético, el transporte marítimo y la aviación seguirían registrando elevados niveles de emisión en 2050.
La perspectiva de descarbonización más profunda refleja opciones para que dichos sectores logren las cero emisiones.
Aunque requiere mucho estudio, se estima que un 60 % de la reducción en este tramo final podría conseguirse gracias a las renovables, hidrógeno verde y la electrificación basada en energías renovables.
Así, aprovechar la reconstrucción de los estragos causados por el Covid-19 para acelerar la implantación de las energías renovables y hacer que la transición energética sea una parte integral de la recuperación, puede acercarnos a la consecución de objetivos de sostenibilidad (económicos, sociales y ambientales) sin dejar a nadie atrás.
Esta tarea ingente requerirá compaginar ambiciones regionales y nacionales, lo que nos obligará a intensificar la coordinación a todas las escalas, y orientando el apoyo financiero hacia donde sea más necesario, incluyendo los países y comunidades más vulnerables.
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