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Hace unos días, luego de regresar de un nuevo conversatorio sobre los mitos y las realidades del cambio climático, encontré a mi sobrino de 6 años.
Él notó en mi cara y en mi silencio un viso de preocupación. Le conté sobre este evento y le expliqué de una manera lúdica e ilustrativa, pero sin buscar generar en él un pánico innecesario, una realidad que tiene que comprender a pesar de su edad.
Mi sobrino simplemente dijo, de manera muy acertada, algo que me motivó a escribir este artículo: “¿y cómo será entonces el futuro cuando tenga tu edad tío?”
Cuando Bogotá era tierra fría
Recuerdo las charlas de colegio con mis amigos justo antes de que empezaran las vacaciones. “¿Y usted qué va a hacer?, ¿pa‘ dónde van con sus papás?”, eran las preguntas que nos lanzábamos.
No importaba a donde fuera, lo importante era salir de Bogotá y tener por lo menos quince o veinte días sin madrugar, sin la expectativa de clases y evaluaciones. Con seguridad, si alguien que haya nacido en los 80 está leyendo esto, se identificará con lo que estoy diciendo.
En medio del intercambio de respuestas a las preguntas anteriormente nombradas, había un decir que se mencionaba comúnmente en el momento de referirse a las tan anheladas vacaciones: “¡nos vamos pa‘ tierra caliente!”.
Esta frase calaba muy bien, lo recuerdo. Levantarse para ir al colegio a mediados de los 80 era una lucha por no desapegarse de las cobijas del frío que se sentía. Ver como se usaban las chaquetas (bomber) en mi ciudad me transporta de nuevo a aquellas épocas en las que Bogotá era tierra fría.
Hoy le cuento esta anécdota a mis sobrinos que están en el colegio y les parece extraño ese dicho. Y sí, es que la temperatura ha aumentado en mi ciudad y aquellas personas de los 60, 70 y 80 lo notamos, y los más jóvenes toman este clima como algo normal, como si así hubiese sido siempre.
Una vez más, confirmo que el fenómeno del cambio climático sí existe. Pero, lo que aún se me dificulta es poder imaginarme la cantidad de escenarios que van a surgir a partir del aumento en un 1,5°C de la temperatura global entre los años 2030 y 2052, tal como lo indica el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas.
Es un ejercicio de creatividad que me pone a pensar “¿y cómo será la Colombia del 2045 cuando yo tenga 65 años?”. Tan solo con escribirlo me genera cierta incomodidad, pues hace nada tenía yo 15 años y si miro hacia ese 2045, eso es ya, eso es mañana.
El tiempo pasa muy rápido, como decían los abuelos, y a esta altura
del partido empiezo a comprenderlo. Pero bueno, aunque eso es cuento de
otro tema, tener en cuenta que el tiempo realmente corre rápido y que
los escenarios en los cuales la sociedad de nuestros hijos se va a
recrear en los próximos decenios es algo en lo que tenemos que
preocuparnos y ocuparnos ahora, no más tarde.
¿Medidas de adaptación ante el cambio climático? Un nuevo chip para los niños
Es necesario darle más fuerza al debate sobre la educación ambiental en el país para ir pasando de las ideas a las acciones, de las acciones a los hábitos y de esto último, hacia una nueva cultura de relacionamiento social en un entorno más calentano. Así que, a lo que a continuación planteo, toca ponerle filtro, criticarlo, apoyarlo o mejorarlo; en otras palabras, necesitamos que se hable más sobre temas como los siguientes:
En ese orden de ideas, cuando se piensa en educar a los más jóvenes ante el cambio climático, vale la pena pensar un poco más allá de los temas ya ampliamente discutidos como lo son el reducir la huella de carbono o hídrica de cada persona, el aumentar la tasa de reciclabilidad o el consumo de productos orgánicos, etc.
Es lo que necesitamos incluir en la educación que se imparte en los jardines infantiles, en el colegio y sobre todo en el hogar, aquellos valores como la solidaridad, la suficiencia, la autonomía, la colaboración, e incluso, la resistencia física y mental ante situaciones adversas de escasez (nota, en el conversatorio al que asistí, un participante expuso una idea que hoy suena descabellada y extremista pero que se planteó como una hipótesis: entrenar a los niños a resistir y afrontar momentos prolongados sin consumir alimentos. No es un tener ser, es tan solo una idea).
Es indudable que el cambio climático ya está empezando a repensar no solamente los hábitos de consumo de “las futuras generaciones”, sino también sus interacciones sociales y destrezas para reaccionar favorablemente de manera mental como física ante situaciones extremas.
Tal como se analizan e implementan en la actualidad las medidas de adaptación en temas como la infraestructura, el acceso al agua o la agricultura, es hora de empezar a sentar las bases de una educación para las niñas y los niños del presente que serán los adultos del futuro en donde Bogotá, por ejemplo, será una ciudad muy diferente a como lo es hoy en términos climáticos.
En conclusión y a manera de cierre del artículo, expongo la siguiente pregunta mucho más global: ¿cómo debemos replantear la educación en Colombia dentro del marco del cambio climático?
https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/preparar-a-los-hijos-para-el-cambio-climatico-por-julio-rozo/263258
Hace unos días, luego de regresar de un nuevo conversatorio sobre los mitos y las realidades del cambio climático, encontré a mi sobrino de 6 años.
Él notó en mi cara y en mi silencio un viso de preocupación. Le conté sobre este evento y le expliqué de una manera lúdica e ilustrativa, pero sin buscar generar en él un pánico innecesario, una realidad que tiene que comprender a pesar de su edad.
Mi sobrino simplemente dijo, de manera muy acertada, algo que me motivó a escribir este artículo: “¿y cómo será entonces el futuro cuando tenga tu edad tío?”
Cuando Bogotá era tierra fría
Recuerdo las charlas de colegio con mis amigos justo antes de que empezaran las vacaciones. “¿Y usted qué va a hacer?, ¿pa‘ dónde van con sus papás?”, eran las preguntas que nos lanzábamos.
No importaba a donde fuera, lo importante era salir de Bogotá y tener por lo menos quince o veinte días sin madrugar, sin la expectativa de clases y evaluaciones. Con seguridad, si alguien que haya nacido en los 80 está leyendo esto, se identificará con lo que estoy diciendo.
En medio del intercambio de respuestas a las preguntas anteriormente nombradas, había un decir que se mencionaba comúnmente en el momento de referirse a las tan anheladas vacaciones: “¡nos vamos pa‘ tierra caliente!”.
Esta frase calaba muy bien, lo recuerdo. Levantarse para ir al colegio a mediados de los 80 era una lucha por no desapegarse de las cobijas del frío que se sentía. Ver como se usaban las chaquetas (bomber) en mi ciudad me transporta de nuevo a aquellas épocas en las que Bogotá era tierra fría.
Hoy le cuento esta anécdota a mis sobrinos que están en el colegio y les parece extraño ese dicho. Y sí, es que la temperatura ha aumentado en mi ciudad y aquellas personas de los 60, 70 y 80 lo notamos, y los más jóvenes toman este clima como algo normal, como si así hubiese sido siempre.
Una vez más, confirmo que el fenómeno del cambio climático sí existe. Pero, lo que aún se me dificulta es poder imaginarme la cantidad de escenarios que van a surgir a partir del aumento en un 1,5°C de la temperatura global entre los años 2030 y 2052, tal como lo indica el Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) de las Naciones Unidas.
Es un ejercicio de creatividad que me pone a pensar “¿y cómo será la Colombia del 2045 cuando yo tenga 65 años?”. Tan solo con escribirlo me genera cierta incomodidad, pues hace nada tenía yo 15 años y si miro hacia ese 2045, eso es ya, eso es mañana.
¿Medidas de adaptación ante el cambio climático? Un nuevo chip para los niños
Es necesario darle más fuerza al debate sobre la educación ambiental en el país para ir pasando de las ideas a las acciones, de las acciones a los hábitos y de esto último, hacia una nueva cultura de relacionamiento social en un entorno más calentano. Así que, a lo que a continuación planteo, toca ponerle filtro, criticarlo, apoyarlo o mejorarlo; en otras palabras, necesitamos que se hable más sobre temas como los siguientes:
- ¿Qué valores y cosmovisiones necesitamos construir como sociedad para afrontar el cambio climático?
- ¿Qué competencias, habilidades y sobre todo fortalezas, necesitamos ir desarrollando para que las niñas y los niños de hoy (sus hijas e hijos), sean personas más resistentes y adaptadas ante un entorno más caliente, con mayor escasez hídrica, con probables dificultades en el acceso de alimentos, con mayores escenarios de migraciones y probable aumento de la inseguridad?
En ese orden de ideas, cuando se piensa en educar a los más jóvenes ante el cambio climático, vale la pena pensar un poco más allá de los temas ya ampliamente discutidos como lo son el reducir la huella de carbono o hídrica de cada persona, el aumentar la tasa de reciclabilidad o el consumo de productos orgánicos, etc.
Es lo que necesitamos incluir en la educación que se imparte en los jardines infantiles, en el colegio y sobre todo en el hogar, aquellos valores como la solidaridad, la suficiencia, la autonomía, la colaboración, e incluso, la resistencia física y mental ante situaciones adversas de escasez (nota, en el conversatorio al que asistí, un participante expuso una idea que hoy suena descabellada y extremista pero que se planteó como una hipótesis: entrenar a los niños a resistir y afrontar momentos prolongados sin consumir alimentos. No es un tener ser, es tan solo una idea).
Es indudable que el cambio climático ya está empezando a repensar no solamente los hábitos de consumo de “las futuras generaciones”, sino también sus interacciones sociales y destrezas para reaccionar favorablemente de manera mental como física ante situaciones extremas.
Tal como se analizan e implementan en la actualidad las medidas de adaptación en temas como la infraestructura, el acceso al agua o la agricultura, es hora de empezar a sentar las bases de una educación para las niñas y los niños del presente que serán los adultos del futuro en donde Bogotá, por ejemplo, será una ciudad muy diferente a como lo es hoy en términos climáticos.
En conclusión y a manera de cierre del artículo, expongo la siguiente pregunta mucho más global: ¿cómo debemos replantear la educación en Colombia dentro del marco del cambio climático?
https://www.dinero.com/opinion/columnistas/articulo/preparar-a-los-hijos-para-el-cambio-climatico-por-julio-rozo/263258
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