Tenemos las herramientas para vencer el cambio climático. Ahora debemos legislar

Dietmar Siersdorfer
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Si bien el cambio climático está justo delante de nuestra puerta y amenaza con hacer estragos, la acción global profunda que podría marcar la diferencia aún sigue sin aparecer. El crecimiento de la población y las emisiones de carbono no han disminuido. Las ciudades están creciendo a un ritmo alarmante, a razón de 50 millones de personas más por año. Para el año 2050, se espera que casi el 70 % de la población mundial viva en ciudades, en comparación con el 55 % actual.

Parece ser un desafío infranqueable. Sin embargo, con la tecnología disponible, hoy podemos tomar decisiones que afectarán positivamente nuestro futuro y el de las próximas generaciones. Con el conocimiento que tenemos sobre las ciudades de hoy —su impacto en el medio ambiente, la enorme cantidad de energía que consumen los edificios y la infraestructura de las ciudades y su huella de carbono— creo que debemos comenzar allí. Y me voy a centrar en la energía.

Los edificios consumen más energía que la industria o la movilidad. Comemos, dormimos, trabajamos, hacemos las compras y pasamos la mayor parte de nuestro tiempo libre en edificios. Ya sea que se trate de rascacielos o viviendas individuales, los edificios en conjunto tienen un impacto innegable en el medio ambiente que nos rodea. Considere esto: los edificios consumen más del 40 % de toda la energía generada a nivel mundial. No obstante, mediante el uso de tecnologías de construcción inteligentes y eficientes en el consumo de energía, podemos reducir el consumo de energía de los edificios en un 30 a 40 %.

La energía que no se utiliza es la energía que no es necesario generar. Si se demanda menos energía en los edificios, las plantas de energía no deben producir tanto. Esto también disminuye las emisiones de las centrales eléctricas, así como la cantidad de recursos naturales que se queman para generar electricidad.

Entonces, ¿cómo nos damos cuenta de esto? La legislación es clave. No podemos darnos el lujo de esperar a que las personas hagan lo correcto. Los focos de cambio no son suficientes para resolver un desafío tan grande. Los países y las ciudades pueden actuar con decisión e implementar una legislación que estimule la conversión de edificios existentes en estructuras de ahorro de energía, y al mismo tiempo asegurar que los próximos edificios se construyan con tecnologías inteligentes en primer lugar.

También hay una justificación económica para esto. Hemos demostrado que la tecnología de la construcción puede amortizarse en dos años y ayuda a los propietarios a conseguir ahorros después de eso. También crea mejores entornos para las personas que viven o trabajan en ellos. Después de todo, las personas más felices y más productivas crean economías más fuertes.

La mayoría de los edificios de las ciudades más grandes del mundo son los mismos que habitaremos dentro de 25 años. Hay razones de peso para adaptarlos con tecnología que pueda lograr ahorros de energía, como sensores y sistemas de administración de edificios. Hemos implementado esto con muchos de nuestros clientes en todo el mundo y hemos visto resultados impresionantes en los principales edificios sustentables del mundo. Es posible y está dentro de nuestro alcance, siempre y cuando podamos generar conciencia y comprender que los edificios inteligentes deben convertirse en un eje central de las estrategias energéticas nacionales.

Sin embargo, no solo se trata de edificios. Es posible aplicar el mismo concepto a las centrales eléctricas. Si bien la proporción de energías renovables está aumentando a nivel mundial, aún se espera que los combustibles fósiles constituyan un gran porcentaje de la combinación de energía mientras hacemos la transición a una energía más limpia. Por lo tanto, también es fundamental hacer que las plantas de energía de combustibles fósiles sean más eficientes. Al modernizar las centrales eléctricas y reemplazar las turbinas viejas con modelos nuevos y altamente eficientes en el uso de la energía, podemos marcar una gran diferencia en el consumo de combustibles fósiles y la producción de emisiones.

En la actualidad, contamos con tecnología de turbina de gas que puede generar electricidad a niveles de eficiencia de más del 63 %. No obstante, muchos países de todo el mundo aún cuentan con plantas eléctricas que funcionan con una eficiencia del 40 % o inferior. Por eficiencia energética se entiende usar menos combustible para lograr más potencia. En una planta de energía de gas con un 63 % de eficiencia, el 63 % del gas utilizado en la producción de energía genera electricidad, mientras que el resto se convierte en calor. Esto ofrece una imagen clara de los ahorros que podemos lograr en diversos frentes. Al igual que con los edificios, existe un caso claro de negocio para la eficiencia energética. Podemos obtener más de los recursos limitados que tenemos, como el petróleo y el gas, y al mismo tiempo reducir las emisiones y los costos de combustible que deben enfrentar los gobiernos. Un gran ejemplo es Egipto, donde el gobierno actualmente ahorra 1,3 mil millones de dólares en costos de combustible por año gracias a las centrales eléctricas energéticamente eficientes.
Al igual que con los edificios, hoy en día también se pueden lograr reducciones en las emisiones de las centrales eléctricas. Para lograr resultados significativos, es necesario implementar esto a gran escala mediante la incorporación de una legislación que elimine las plantas de energía altamente contaminantes y de baja eficiencia.

Lograr que este mundo sea habitable y sostenible para los 9,8 mil millones de personas que esperamos poblarlo para el año 2050 es una verdadera proeza, pero que podemos llevar a cabo juntos. Al reunir los conocimientos técnicos del sector privado y la legislación pública para implementar nuevas tecnologías, el camino hacia la lucha contra el cambio climático ya ha comenzado. ¿Se unirá a nosotros?

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