El trabajo es para el verano... de los niños

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¿Qué rol debe tener un niño en el seno de una familia? ¿Es un miembro más de pleno derecho o más bien un lacayo que espera órdenes de sus superiores para obedecer o desobedecer, según le parezca? A menudo relegamos los niños a los espacios que les consideramos propios: su habitación, la sala de juegos, el jardín, el parque. Allí donde no molesten y donde se entretengan solos, sin interferir en nuestro quehacer, por decirlo claramente.
Sin embargo los niños son grandes trabajadores, en el sentido más noble de la palabra. Con ello no quiero decir que haya que explotarles porque les gusta trabajar sino que tienen mucho interés – honesto e inocente por igual- por conocer cómo funciona la “vida real”, esa que circula fuera de sus zonas de influencia, y mucho interés por participar como actores y no como meros espectadores de esa “vida real”.
La semana pasada comentaba aquí en el blog que me he resuelto a librar una batalla contra la suciedad del jardín de al lado de casa y que bajo a diario con bolsa de basura y guantes. Una niña me acompañó encantada un día en mi tarea nada glamurosa de recoger papeles sucios y latas de cerveza del suelo. Ella estaba dichosa de “trabajar” por la causa aunque la tarea algo ingrata la alejó de sus amigos y de sus juegos “oficiales” por un buen rato.
En casa no puedo cocinar en presencia de mis 3 hijos sin que quieran los tres por igual revestirse de su correspondiente delantal y ponerse a cocinar no conmigo sino en mi lugar. Es fascinante, para su mente, observar cómo se mezclan los ingredientes en una ensaladera y ver cómo se convierten en una masa homogénea que a su vez acabará inflándose una vez instalada en el horno. Y una hora más tarde, pastel para merendar. Magia potagia, igualito que Juan Tamariz.
Así que no dudé ni un segundo en apuntar a nuestra familia al cuidado del huerto escolar durante las vacaciones. La escuela maternal donde van mis hijos pequeños dispone de un pequeño huerto donde los alumnos aprenden durante el curso a trabajar la tierra, a sembrar, a cosechar, a conocer el nombre de los vegetales y de las frutas. Y aprenden también a degustar todos estos productos. Durante el verano un grupo de familias se turnan para mantener el huerto en buenas condiciones.
¿Qué mejor idea para el verano que apoyar la iniciativa de la escuela desde la familia? Los niños están encantados porque el cuidado del huerto les permite un pequeño paseo hasta la escuela, a la que no añoran aún pero a la que quieren mucho. El huerto pasa de ser “un tema de la escuela” a un asunto de familia. El huerto es trabajo pero es también juego, y no sólo de niños. Es placer compartido por adultos y por pequeños. Y es aprendizaje y respeto por la naturaleza. Parte del cuidado consiste además en recoger los frutos, en cocinarlos y en comérselos.
El huerto es trabajo pero es también juego, y no sólo de niños
Podría ir mucho más rápida en la cocina si no tuviera siempre alrededor esos tres moscones enanos merodeando con ganas de tocarlo todo, de interferir en todo, de participar en todo. De la boca me salen muy espontáneamente expresiones del tipo: “no toques”, “no puedes cocinar”, “no sabes cómo se hace”, “eres demasiado pequeño”. Después de todo la cocina es uno de mis espacios de dominio y de poder. Pero ¿cómo va a convertirse ese niño en adulto si no le cedo precisamente algo de ese dominio? O mejor dicho, ¿en qué clase de adulto va a convertirse si no le dejo “jugar a cocinar” de verdad y no de mentirijillas?
Cuanto más lo pienso más me digo que los niños llegan a las familias con la voluntad de mostrarnos a nosotros los adultos la “vida real” con otra mirada. ¿Y si cocinar no fuera una pesada losa que nos cae a diario sino una oportunidad para maravillarse de las leyes de la física en vivo y en directo? ¿Y si el trabajo fuera, no como su etimología indica, una tortura sino todo lo contrario: un placer, un juego, un gozo… algo claramente positivo y en parte porque es tarea compartida y es servicio (beneficio) para otro? Habría que dejar a los niños participar más y mejor de la “vida real” por su bien, para que se conviertan en adultos concienciados y responsables, pero también por nuestro bien, para que nos sigan enseñando que en realidad toda la vida es juego y los juegos, juegos son.

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