'El error histórico de las grandes capitales europeas es separar a la población migrante'

Granada ha acogido esta semana a un grupo de expertos internacionales, convocados por ONU-Habitat (Programa de las Naciones Unidas para los Asentamientos Humanos), con el fin de elaborar un informe que guíe a las ciudades hacia un desarrollo sostenible. 
Dicho informe será presentado al Secretario General de la ONU como una piedra angular para alcanzar el punto 11 de los Objetivos de Desarrollo Sostenible (ODS): "conseguir que las ciudades sean espacios inclusivos, seguros, resilientes y sostenibles". A fin de cuentas, se estima que para el año 2050, el 70% de la población mundial será urbana y, a día de hoy, los diseños urbanísticos generan grandes tasas de desigualdad.
Eduardo Moreno (Guadalajara, México, 1956), director de Investigación y Formación de ONU-Habitat, es el coordinador de dicho informe y tiene una idea muy clara de cómo habría que repensar las urbes. 

¿Cuáles han sido los errores cometidos más frecuentes en el diseño de las ciudades?

No sé si son errores; son prácticas que llevan a errores. Hubo un tiempo en que las ciudades se diseñaban orgánicamente por sí solas. Ya no. El diseño de una ciudad debería hacerse de una forma que evitara eso que llamas errores o los minimizara, lo que pasa es que la disciplina que diseña la ciudad es una disciplina técnica, desprovista de sus contenidos políticos. En el fondo, ese diseño debería perseguir ciertas funciones fundamentales, por ejemplo, el bien común. Tú no puedes diseñar una ciudad si no persigues el bien común. 

¿Quiénes están diseñando ahora la ciudad?

Ocho de cada diez ciudades del mundo son más desiguales que hace 20 años
El ejercicio público del diseño como tal se cede muchas veces a otros tipos de intereses. Éstos hacen caso omiso o utilizan menos los medios técnicos, la tecnología, las ventajas y se imponen de forma prominente los intereses. Entonces, el diseño de la ciudad deja de ser un interés de bien público y se convierte en un objeto de bien privado. En ese sentido podemos hablar de errores... 

¿Estamos hablando de promotores, constructoras, negocios privados...?

Hablamos de un cúmulo de actores que ven en la urbanización una ventaja y que se aprovechan de ella. La urbanización tiene una característica: aunque sea en la zona más remota del mundo, genera riqueza. Esta riqueza muchas veces es invisible porque genera economías de escala y condiciones para multiplicar el valor de las cosas, principalmente el suelo. El problema es que alguien se beneficia de ello. 

De manera desigual...

De manera muy desigual y por ello no es un accidente que en los últimos 20 años las sociedades más igualitarias (Japón, Suecia, Noruega...) han crecido más desiguales. Ya no digo las que eran poco igualitarias, que han amplificado esa desigualdad. Hoy en día, ocho de cada diez ciudades del mundo son más desiguales que hace 20 años. Eso quiere decir que el 80% de 3.000 millones de habitantes de zonas urbanas están viviendo en espacios más desiguales. Esa desigualdad significa que no todo el mundo tiene el mismo acceso a los beneficios que las ciudades generan. 
Hay municipios pobres porque hay agentes ricos y eso es lo que te lleva a los errores. En todo este mecanismo se ha perdido esa visión de largo plazo que la ciudad debería ser, como dijo Aristóteles, “el lugar de la prosperidad para todos”. La ciudad es el lugar donde se realizan los sueños, las aspiraciones, las expectativas... el problema es que los mecanismos que llamas errores están llevando, incluso, a la captura misma de los sueños y las expectativas de ciertos grupos.

En el caso de las grandes urbes consolidadas, ¿es posible revertir este fenómeno?

Hoy día, en países como España, se producen una serie de constantes, como que existe menos espacio público. Los espacios públicos no son sólo los lugares de recreo, sino que son lugares de proximidad, de identidad y división colectiva del desarrollo, son los que te generan en el fondo ideales que las ciudades tienen, un alma... Entonces, como el espacio público se pierde... 

¿Han quedado las ciudades desprovistas de alma?

Sí. Es en las ciudades históricas, en las partes más antiguas, donde quedan las placitas, más zonas por los que caminar; conforme te acercas a la periferia, todo eso se va perdiendo. Fue un error o la mercantilización del espacio público. Por otro lado, hay que entender que las calles también son espacios públicos. Hay una tendencia a producir menos calles, pero la misión de las calles debería concebirse como una perspectiva de movilidad sostenible en donde tienes calles para caminar, para pasear y también para el transporte masivo. 
En las ONU no estamos en contra del capitalismo, que ha generado grandes ventajas que han hecho más próspera la humanidad
No hay que tener miedo a una calle de 18 metros de ancho; es necesaria para autobuses, evitan congestiones. El problema es que cuando sólo tienes dos arterias y utilizas una para eso, reduces el flujo de transporte en la otra. Las ciudades españolas han reducido en un 20-30% las arterias en las zonas urbanas. No es casual que haya congestiones perennes, es un mal diseño. 

Dado que buena parte de la responsabilidad de este urbanismo es el propio sistema económico, ¿no es una utopía querer alcanzar un desarrollo sostenible sin acabar antes con el capitalismo?

Diría, sin intentar sonar como un soñador, que la pelea principal de organismos como Naciones Unidas es reconstruir esa utopía. Por supuesto que es posible. En las Naciones Unidas no estamos en contra del capitalismo. El capitalismo ha generado riqueza, desarrollo, tecnología... grandes ventajas que han hecho más próspera la humanidad. La cuestión es que, hoy día, hay que interpelar muchas de esas cosas, si siguen generando formas desiguales de acceso y de beneficio. La utopía no es un lugar, no es un fin, sino un medio para llegar a algo mejor.

Guiadas por ese capitalismo, hay ciudades como Málaga que desarrollaron Planes Estratégicos para convertirse en capital cultural y atraer turismo y ha terminado por ser parques temáticos que expulsan a sus habitantes...

El que las ciudades repiensen sus ventajas comparativas y se reacomoden a sus condiciones, muchas veces cambiantes, de sus territorios es positivo. Las ciudades que apuestan por el turismo son ciudades que prosperan, lo que hay que evitar es que esa prosperidad deje de ser compartida. No sé en qué fecha se realizó este Plan, pero era evidente que se iba a producir turistificación, con efectos de expulsión. Hay gente ilustrada en Málaga que debería saber que un modelo de desarrollo turístico va a conllevar algunos efectos negativos; lo que hay que hacer es pensar cómo reducir o mitigar desde un principio esos efectos; hay mecanismos de regulación, de control, de inversión, de subsidios... y deberían aplicarse. Si con el turismo la ciudad capta ahora más recursos de inversión, la pregunta es a dónde se van esos recursos, por qué no se van a ese bien público. Hay experiencias así, como Amsterdam o Rotterdam donde se protegió a los habitantes que vivía junto a los canales y que tomaron más valor, para que no fueran expulsados. 

El Estado y la sociedad civil

Usted ha hablado alguna vez de establecer una política nacional urbana. ¿Puede desarrollar esa idea?

En la medida en la que construyes una sociedad más democrática, que se caracteriza porque espacios más locales tomen sus propias decisiones, al mismo tiempo, tienes que crear ciertos contrapesos para asegurar que esas decisiones no generan desigualdad en otro lugar. Esa es la visión del territorio nacional. Para que haya una visión del territorio nacional tiene que haber una cierta reconstrucción de esa identidad nacional y pensar que ciertas zonas más ricas deben abonar a las más pobres. Ese es un principio fundamental de igualdad. Por eso se requiere de un Estado central más fuerte, que asegure que esta distribución de los recursos se lleve a todos lados. 

En un país como España, donde se juzga la presunta financiación ilegal del partido que nos gobierna a manos, precisamente, de constructoras, ¿qué puede hacer la sociedad civil para influir en el diseño de las ciudades?

Creo que el papel de la sociedad civil es asegurarse que la gestión local se lleve de tal manera que termine beneficiando, en una perspectiva de largo plazo, al mismo espacio donde vive. Sin embargo, no acontece así. Es curioso que en España, una de las formas de crecimiento urbano fue cambiar los usos del suelo, de rural a urbano. Ese cambio propició que las ciudades crecieran más de lo que necesitaran.

Como Madrid, que ONU-Habitat estima que en los últimos 20 años ha crecido tres veces más de lo necesario...

Así pasó en otras muchas ciudades. El papel de la sociedad civil es vigilar que la ciudad no se siga desarrollando de esa manera. Difícilmente lo puede ver, pero lo sufre, con transporte, costes, separación, gastos... Los impuestos terminan destinándose a eso, en lugar de a mejorar la calidad de vida. Creo que habría que vulgarizar los conocimientos y llevarlos a un ciudadano común para que entiendan que las decisiones tienen implicaciones que les pueden afectar y no lo hacen. 
La ciudad entera conspira contra las ventajas de las que podría aprovecharse la mujer
Un ejemplo de ello es cómo se bajan densidades; si te expandes, bajas densidad, y al hacerlo, como ha pasado en España, haces inviable un modelo de desarrollo. No vas a poder llevar a las nuevas periferias urbanas transporte o generar espacios públicos en condiciones sin altos subsidios, porque no tienes la masa crítica de habitantes que puedan pagar esos servicios. Con bajas densidades, se pierde una de las grandes ventajas de las ciudades, que son las economías de aglomeración. Sin economías de aglomeración no hay productividad o hay menos y, con ello, menos empleos. Te expandes y al mismo tiempo estás atacando a tu propio mercado laboral.

Todas esas métricas para que los agentes sociales perciban que, por ejemplo, la pérdida del comercio de proximidad implica más gastos de transporte, más contaminación, ¿dónde están?

Faltan esas métricas y simplificarlas, socializarlas para que cualquiera las entienda. Una vez que la sociedad las comprenda, se impondrá una necesidad de la medición del crecer y de la función pública. Un alcalde no puede decir que tuvo una buena gestión si construyó dos o tres veces más en zonas protegidas. Cuando tú creces 20 kilómetros fuera del centro histórico de la ciudad, de media tiendes a perder entre un 10-12% de acceso a mercados laborales, lo que incrementa el desempleo en ese porcentaje. Hay que convertir la función pública en una especie de ciencia de medición. 

Otra dimensión que tiende a olvidarse en el urbanismo es cómo éste influye a la hora de amplificar la desigualdad de género. ¿Cómo está impactando?

El dato que aportaba antes, no lo analizamos nosotros, sino el MIT: esa pérdida de 10-12% de empleo, en el caso de las mujeres, escala hasta el 30%. Por varias razones, como el hecho de que muchas mujeres puedan trabajar si el desplazamiento no es muy largo y pueden regresar pronto a casa con sus hijos; cuando son grandes trayectos, prefieren no acceder al mercado laboral. 
Por otro lado, en muchos países, donde más criminalidad sufren las mujeres es en estos desplazamientos. Finalmente, la ciudad dejó de ser un ente orgánico en el que trabajo, habitación y recreo están vinculados, se separan, y esa separación afecta principalmente a la mujer. La ciudad entera conspira contra las ventajas de las que podría aprovecharse la mujer, porque no están planeadas para ellas; están planeadas para convertirlas en objetos mercantiles. 

Muchos de los países en vías de desarrollo han copiado nuestros errores urbanísticos, pero quiero pensar que existen historias de éxito también, ¿puede citar alguna?

Algunas ciudades colombianas, donde no está habiendo tantas bajas densidades. La utopía siempre es una ciudad caminable, compacta, diversa socialmente hablando y una ciudad donde los usos de suelo estén integrados. Hay otros ejemplos en Sri-Lanka, algunas ciudades chinas, Ruanda, Sudáfrica... Una de las constantes en estos casos es la existencia un líder carismático, que tiene una visión y es capaz de construir consensos para alcanzar esa visión. 

¿Qué hay de Europa?

Históricamente, remontándonos a la edad medieval, las ciudades europeas marcaban grandes diferencias entre señores y vasallos. Curiosamente, en los siglos XIX y XX, las ciudades se volvieron más igualitarias, como París, con una gran diversificación de población, cuidando de los pequeños comercios. Lo que sucede con estas ciudades, sin embargo, es que existe miedo al migrante. Hay una tendencia a contener a los migrantes en guetos, muchas veces situados en las periferias, y ahí es donde se sitúan desventajas de empleo, de marginalidad, capital social muy pobre. El error histórico de las grandes capitales europeas es separar a la población migrante. Donde comienzan a darse problemas, como Bruselas, es porque han entendido tarde el papel que el espacio urbano juega en la segregación.

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