En 1997 Charles Moore, un marino que vivía en California, volvía a casa desde Hawái después de una regata cuando decidió seguir una nueva ruta que lo llevaría a través de la esquina nororiental de una zona de 16 millones de Km2 conocida como el giro subtropical del Pacífico Norte.
El giro es un enorme círculo oval que abarca todo el Pacífico y comprende 4 fuertes corrientes que se desplazan entre las costas de Washington, México y Japón antes de volver al punto de partida.
Ese día soleado, Moore dirigió su barco hacia una parte alejada del giro que los prudentes suelen evitar. Allí hay poco viento y pocos peces y una masa perpetua de altas presiones cubre la zona, obligando a las corrientes a girar formando un vórtice lento en la dirección de las agujas del reloj, como el agua que se arremolina alrededor del desagüe de una bañera.
Salvo aquí, el vórtice no se detiene nunca. Moore estaba acostumbrado a ver alguna boya de pesca o alguna botella de refresco junto a su barco. Pero nunca había visto nada como lo que encontró ese día: montones de plástico hasta donde alcanzaba la vista. No importa a que hora del día mirara, los residuos de plástico flotaban por todas partes: botellas, tapones, envoltorios y fragmentos.
Y este es el lugar donde se alimenta el albatros de Laysan. Lo que descubrió no supuso ninguna novedad para los estudiosos de las corrientes del océano, pero este hallazgo cambió su vida. Dejó su negocio de restauración de muebles y se dedicó a investigar y documentar los desechos plásticos que se acumulan en nuestros océanos.
En la actualidad el vórtice de plástico ha adquirido mucha popularidad y se le suele llamar el octavo continente
Sin embargo, aunque circulan fotos alarmantes con grandes cantidades de residuos plásticos, estas no siempre muestran la realidad. Lo cierto es que los días tranquilos el vórtice no está lleno de deshechos y las aguas suelen tener un color azul cerúleo y transparente. Pero si observamos de cerca la realidad es mucho peor: toneladas de minúsculos trocitos en suspensión, como copos de nieve o confeti, flotando por toda la columna de agua desde la superficie hasta las profundidades visibles.
Sin embargo, una isla de basura flotante sería un problema mucho más fácil de resolver. Todo se complica porque además el vórtice no es un entorno estático, cambia cada estación y sus límites no están definidos.
Aunque el Proyecto Kaisei aunó un número importante de activistas, pronto se dieron cuenta que sólo era posible capturar los desechos de mayor tamaño, y que intentar extraer los trozos más pequeños podría causar más daños que beneficios. No se puede sacar todo el plástico del océano sin sacar también especies de fitoplacton y zooplacton, organismos que son la base de la red alimentaria marina.
Pero el desafío de sacar desechos del océano se vuelve aún más difícil si pensamos que el vórtice del Pacífico Norte no es el único punto del globo donde se acumula el plástico. Los giros y los vórtices anticiclónicos son características naturales de los océanos de la Tierra. Hay al menos 5, todos ellos centrados alrededor de los trigésimos paralelos norte y sur.
Probablemente estas corrientes siempre han transportado y acumulado desechos flotantes y residuos generados por los humanos. Pero antes de la era de los plásticos, la basura consistía en materiales que los microorganismos marinos podían descomponer rápidamente.
Ahora en los giros se arremolinan objetos que en el mejor de los casos se descomponen en bocaditos demasiado duros para que la naturaleza pueda masticarlos. Y esos pequeños trozos, sumados, llegan a formar ese continente artificial. El octavo.
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