Florantonia Singer
Foto: Cortesía Luis Levin
Alicia y Enrique Haynes son esposos. Superan los 60 años de edad y cambiaron el inmenso Ávila por una versión mínima de él, como las que abundan en la Caracas verde. Cada domingo suben la montaña que está detrás de la Concha Acústica de Bello Monte, que resguarda un tesoro. “Esto es un oasis”, dice la mujer, con gorra, lentes de sol y una recarga de oxígeno para la semana. En el camino se cruzan un saludo con Luis Levin, quien desde hace 8 años sembró en el lugar un jardín, el Jardín Ecológico de la Concha Acústica, JECA, una especie de laboratorio-escondite que reúne a decenas de personas interesadas en la naturaleza, la ciencia y el aire puro.
Levin es biólogo e investigador jubilado de la Universidad Central de Venezuela y todo el tiempo está encontrando preguntas perdidas en el bosque, bien sea en las formas de las hojas o en el comportamiento de las tórtolas al comer. Es un argentino que fue adoptado por Venezuela en la segunda mitad del siglo XX.
Detrás de las escalinatas de la Concha Acústica, junto con un grupo de vecinos y estudiantes del Servicio Comunitario de la UCV, mantiene este bosquecito que resiste sobre un talud al paso de tractores. Levin promueve visitas para escuchar el cortejo nocturno de ranas e insectos; avistar aves, ardillas, perezas y eclipses; y cazar postales con lentes macro.
“La civilización nos ha acostumbrado a las líneas rectas y a las formas rígidas, y en el bosque, que ha sido el hogar del hombre por millones de años, su lugar originario, nuestro modo de pensar cambia. Dicen que una pareja que vive en el bosque nunca se separa”, sentencia con la convicción de un homo floresiensis que encontró morada en la ciudad, aunque Levin, de 77 años de edad, es demasiado alto para ser un hobbit. Su labor, más que ecológica, milita en la filosofía. Le preocupa que la gente no entienda lo enriquecedor que puede ser el contacto con la naturaleza.
En el lugar algunos asumen el rol contemplador, pero casi todos trabajan en algo. Reparar una cerca, mover el compostero, monitorear la charca de ranas o las trampas de reproducción de zancudos apertrechadas con peces, alimentar a las aves del observatorio o podar el mariposario pueden ser parte de la experiencia. El espacio permite subir una colina de unos 150 metros, un ejercicio ideal para personas de la tercera edad. La experiencia comunitaria y ambiental desarrollada en este trozo de verde oculto en Colinas de Bello Monte, a apenas un kilómetro del sofoco de la autopista Francisco Fajardo, ha inspirado espacios similares en las urbanizaciones Altos de Villanueva, en El Hatillo, y en Santa Mónica.
Horario: el bosque está abierto todos los días, pero los grupos están los domingos de 9:00 am a 2:00 pm
Dirección: Concha Acústica de Bello Monte, detrás de las escalinatas, subiendo por la izquierda. A través del grupo de Facebook JECA se puede obtener información sobre las actividades.
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