Fuente: Diego Díaz Martín
Mucho se ha dicho del efecto contaminante de la gasolina, en especial, por su naturaleza de combustible fósil que genera millones de toneladas de gases perjudiciales para la población y el ambiente.
Entre los contaminantes más importantes derivados de la combustión de la gasolina, encontramos dióxido de carbono, óxido de nitrógeno, monóxido de carbono y las moléculas de hidrocarburos que no se queman durante la combustión, también lanzadas a la atmósfera con el resto de los gases.
En condiciones normales, el aire que respiramos es una mezcla de más de 13 gases, combinados en proporciones que garantizan nuestra supervivencia sobre la tierra. Desafortunadamente en nuestras ciudades, tal composición es alterada de manera significativa, debido a múltiples factores, entre los que destaca el parque automotor basado predominantemente en energías fósiles.
Los efectos de la contaminación por la gasolina son numerosos, desencadenando patologías muy diversas que incluyen episodios de asma, bronquitis y hasta neumonía, por citar solo algunas. El efecto de su polución también incluye consecuencias en nuestros sistemas nervioso y circulatorio, incrementando, además, el riesgo de padecer cáncer de pulmón.
La situación se complica cuando la producción de este combustible no cumple los estándares internacionales, usando aditivos aún más contaminantes, o incumpliendo a cabalidad los procesos de refinación, generando combustibles de menor calidad. Recordemos que a mayor octanaje, se obtiene una combustión más suave y efectiva.
Pese a que la legislación vigente restringe y controla la emisión de gases contaminantes desde fuentes móviles, la verdad es que en muchos países, como Venezuela, el control de las emisiones es casi nulo, razón por la cual en las ciudades más pobladas, la calidad del aire es cada vez peor.
En lugares como Ciudad de México, sin embargo, existen estrictos controles con programas como la verificación vehicular y el “Hoy no Circula”. Desafortunadamente, tales iniciativas no han sido suficientes para normalizar la situación, que año tras año, suele agravarse durante la temporada de sequía.
Hasta tanto no se modernice el transporte público y se sustituyan los sistemas tradicionales de combustión de energías fósiles, por sistemas híbridos, renovables o más limpios, la contaminación por el consumo de gasolina, no dejará de deteriorar el aire del cual dependemos para vivir.
La gasolina contamina, y si es de mala calidad, aún más.
Extraído de http://globovision.com/
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